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Cómo funcionan los rastreadores de contactos estrechos de coronavirus

El rastreo se considera una herramienta de salud pública esencial para controlar los brotes. Cómo funciona el sistema.


Apenas un día desde que el test por PCR de positivo, una persona llamará a nuestro teléfono. La pregunta esencial en torno a la que girará toda la conversación será “con quién hemos estado en los últimos dos días”. “¿Cuánto tiempo?”; “¿con mascarilla o sin ella?”; “¿al aire libre o en el interior?”. La información que buscan las personas encargadas del rastreo es, como su nombre indica, trazar el posible rastro de contagios.

El papel de los rastreadores y rastreadoras de Covid-19 es encontrar, documentar y contactar con todo aquel que podría haberse contagiado y, por tanto, podría seguir contagiando a más gente. También se encargan, en muchos casos, de ponerse en contacto con estas personas, informarles de la posible exposición y recoger unos primeros datos que podrían hacer sospechar de la aparición de la enfermedad.

Este papel se hace desde los centros de salud y a través del teléfono. Es un trabajo que funciona en conjunto con el de los propios sanitarios que controlan el estado de las personas confinadas. De hecho, en muchos sitios, estos profesionales realizan ambos roles, controlando la cuarentena y rastreando a los contactos. Una vez que se activa el protocolo es cuando se pondrán en contacto con todos los conocidos como “contactos estrechos” de un positivo.

Se considera contacto estrecho, de forma general, a cualquier persona que haya estado en el mismo lugar que un caso positivo, a una distancia menor de 2 metros y durante más de 15 minutos. Una vez recopilados los datos de todos los posibles contactos y habiendo hablado en la medida de lo posible con todos y todas, el equipo de rastreo reconstruye un mapa por el que el virus podría estar viajando en ese momento.

Los rastreadores solo se ponen en contacto en los días inmediatos posteriores a los positivos, para elaborar esta red de potenciales contagios. Las personas que llamarán el resto de la cuarentena, revisando el estado de los pacientes confinados se cuentan entre el personal sanitario, aunque a veces ellos mismos tengan que hacer de rastreadores.

El protocolo de rastreo está basado en las recomendaciones recogidas por la OMS. Según el organismo, cuando se aplica sistemáticamente, el rastreo de contactos rompe la cadena de transmisión una enfermedad infecciosa. Esto mismo puede aplicarse al SARS-CoV-2, que puede beneficiarse de lo que consideran una herramienta de salud pública esencial para controlar los brotes.

¿Hay rastreadores en otros países?

España no es, ni mucho menos, el único país donde se está llevando a cabo el rastreo de posibles contactos positivos. En el resto del mundo, la práctica de tracing o rastreo también se está llevando a cabo. En Estados Unidos, por ejemplo, los datos obtenidos por los rastreadores, en agosto, daba una “radiografía” de la situación de cada estado, contando con varios miles de ellos en sus filas.

En Bélgica se organizaron centros de llamadas con más de 2.000 rastreadores encargados de avisar a los potenciales contactos, mientras que en Irlanda es el ejército el que trabaja codo con codo con el sistema nacional de salud realizando las tareas de rastreo. Alemania, Francia, Reino Unido… la Unión Europea al completo está empleando rastreadores.

En Asia, Corea del Sur es uno de los países más eficaces en cuanto al rastreo, en parte debido al denominado “Sistema de gestión inteligente COVID-19” del país, que impone medidas más férreas de control, mientras que China parece haber conseguido mitigar la expansión del virus con bastante éxito también.

Todavía es pronto para evaluar el impacto que tendrá el rastreo en todo el mundo, aunque los ejemplos asiáticos auguran un resultado muy positivo. El papel de los rastreadores y rastreadoras es, por el momento, muy importante para hacer el seguimiento, sin olvidar la responsabilidad última que tiene cada persona para ayudar a frenar la pandemia.

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