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Tecnología

Nativos digitales: son los primeros niños con un IQ más bajo que sus padres

Las pantallas, las redes y el exceso de contenido digital reducen el desarrollo del cerebro y, a largo plazo, el coeficiente intelectual de niños y jóvenes.


Así lo afirma el neurocientífico Michel Desmurget en “La fábrica de cretinos digitales”, su último libro sobre el impacto del uso de la tecnología en las nuevas generaciones.

A diferencia de lo que difundido hasta ahora, Desmurget denuncia que el uso de la tecnología produce graves complicaciones:

  • Sobre el cuerpo: obesidad problemas, cardiovasculares, reducción de la esperanza de vida;
  • sobre las emociones: depresión, agresividad, comportamiento de riesgo;
  • y también sobre el desarrollo intelectual: empobrecimiento del lenguaje, concentración, memoria.

“Simplemente no hay excusa para lo que les estamos haciendo a nuestros hijos y cómo estamos poniendo en peligro su futuro y desarrollo”, advirtió el experto, que tiene a sus espaldas una vasta obra científica y de divulgación, además de haber pasado por reconocidos centros de investigación como el MIT o la Universidad de California.

Explicó que el coeficiente intelectual se mide con una prueba estándar que no es «congelada», sino que a menudo se revisa. “Mis padres no pasaron la misma prueba que yo, por ejemplo, pero se puede someter a un grupo de personas a una versión antigua de la prueba”, dijo.

“Haciendo eso, los investigadores han observado en muchas partes del mundo que el coeficiente intelectual aumentaba de generación en generación. A esto se le llamó el ‘efecto Flynn’, en referencia al psicólogo estadounidense que describió este fenómeno. Pero, recientemente, esta tendencia comenzó a invertirse en varios países”, señaló.

Desmurget agregó que “es verdad que el coeficiente intelectual se ve fuertemente afectado por factores como el sistema de salud, el sistema escolar y la nutrición, pero si tomamos países donde los factores socioeconómicos se han mantenido bastante estables durante décadas, el ‘efecto Flynn’ ha comenzado a reducirse”.

“Estamos poniendo en peligro el futuro y desarrollo de nuestros hijos”, advirte Desmurget 

“En esos países los «nativos digitales» son los primeros niños que tienen un coeficiente intelectual más bajo que sus padres. Es una tendencia que se ha documentado en Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Francia, etc”, continuó.

Causas y efectos

Si bien no se determinó el papel específico de cada factor, lo que “sabemos con seguridad es que incluso si el tiempo que un niño pasa frente a una pantalla no es el único culpable, tiene un efecto importante en el coeficiente intelectual“.

“Varios estudios han demostrado que cuando aumenta el uso de la televisión o los videojuegos, el coeficiente intelectual y el desarrollo cognitivo disminuyen. Los principales fundamentos de nuestra inteligencia se ven afectados: el lenguaje, la concentración, la memoria, la cultura (definida como un corpus de conocimiento que nos ayuda a organizar y comprender el mundo). En última instancia, estos impactos conducen a una caída significativa en el rendimiento académico”, repasó Desmurget.

Además, precisó que “las causas también están claramente identificadas: disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares, que son fundamentales para el desarrollo del lenguaje y el desarrollo emocional; disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura, etc.); interrupción del sueño, que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente; sobreestimulación de la atención, lo que provoca trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad; subestimulación intelectual, que impide que el cerebro despliegue todo su potencial; y un estilo de vida sedentario excesivo que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral”.

Daños al sistema neurológico

“El cerebro no es un órgano ‘estable’ sino que sus características ‘finales’ dependen de la experiencia. El mundo en el que vivimos, los desafíos a los que nos enfrentamos, modifican tanto la estructura como su funcionamiento. Algunas regiones del cerebro se especializan, algunas redes se crean y se fortalecen, otras se pierden, unas se vuelven más gruesas y otras más delgadas”, explicó el neurocientífico.

En esa línea, indicó que “el tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro dentro de diversas redes cognitivas relacionadas con el lenguaje y la atención”.

“La fábrica de cretinos digitales” trata el impacto del uso de la tecnología en las nuevas generaciones

El experto sostuvo que es necesario “enfatizar que no todas las actividades alimentan la construcción del cerebro con la misma eficiencia“. Al respecto, subrayó que “las actividades relacionadas con la escuela, el trabajo intelectual, la lectura, la música, el arte, los deportes, etc. tienen un poder estructurador y nutritivo del cerebro mucho mayor que las pantallas recreativas”.

Sin embargo, “nada dura para siempre. El potencial de la plasticidad cerebral es extremo durante la infancia y la adolescencia; después comienza a desvanecerse. No desaparece, pero se vuelve mucho menos eficiente”.

“El cerebro se puede comparar con una plastilina. Al principio, es húmedo y fácil de esculpir. Pero con el tiempo se vuelve más seco y mucho más difícil de moldear. El problema con las pantallas recreativas es que alteran el desarrollo del cerebro de nuestros hijos y lo empobrecen“, remarcó.

En ese marco, Desmurget cuestionó que “cuando se pone una pantalla en manos de un niño o de un adolescente, casi siempre prevalecen los usos recreativos más empobrecedores. Esto incluye, por orden de importancia: la televisión, que sigue siendo la pantalla número uno en todas las edades (películas, series, clips); luego los videojuegos (principalmente de acción y violentos) y finalmente, en torno a la adolescencia, un frenesí de auto exposición inútil en las redes sociales”.

El uso excesivo

En cuanto al tiempo de uso de pantallas, el neurocientífico estimó que “en promedio, casi tres horas al día para los niños de 2 años, cerca de cinco horas para los de 8 años y más de siete horas para los adolescentes”.

“Esto significa que antes de llegar a los 18 años, nuestros hijos habrán pasado el equivalente a 30 años escolares frente a pantallas recreativas o, si lo prefiere ¡16 años de trabajo a tiempo completo! Es simplemente una locura y una irresponsabilidad”, comentó.

El neurocientífico aconseja que los menores de 6 años no utilicen dispositivos tecnológicos

Desmurget insistió en la necesidad de advertir sobre los efectos negativos del uso excesivo de pantallas. “Algunos estudios han demostrado que es más fácil para niños y adolescentes seguir las reglas sobre las pantallas cuando se les explican y se discute con ellos su razón de ser. A partir de ahí, la idea general es simple: a cualquier edad, lo mínimo es lo mejor”.

“Más allá de esta regla general, se pueden proporcionar pautas más específicas según la edad del niño. Antes de los 6 años, lo ideal es no tener pantallas (lo que no significa que de vez en cuando no puedas ver unos dibujos animados con tus hijos). Cuanto antes estén expuestos, mayores serán los impactos negativos y el riesgo de un consumo excesivo posterior”, consideró.

El experto analizó que “a partir de los 6 años, si se adaptan los contenidos y se conserva el sueño, se puede llegar hasta media hora al día, incluso una hora, sin una influencia negativa apreciable”. También plantea otras reglas relevantes: nada de pantallas por la mañana antes de ir a la escuela, nada por la noche antes de irse a la cama o cuando estén con otras personas. Y, ¡sobre todo!, nada de pantallas en el dormitorio.

Sin embargo, reconoció que “es difícil decir a nuestros hijos que las pantallas son un problema cuando nosotros, como padres, estamos constantemente conectados a nuestros teléfonos inteligentes o a consolas de juegos”.

Fuente: BBC.

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