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Nacional

Mala praxis: el reclamo frente al Congreso

Familiares e integrantes de la ONG en formación “Por la Vida y Por la Salud” alzaron sus voces para denunciar casos de mala praxis médica, en búsqueda del tratamiento de la Ley Nicolas.


Gabriella Covelli es una integrante de la ONG en formación “Por la Vida y por la Salud” debido a una causa profundamente dolorsa: perdió a su hijo Nicolas en 2017 por mala praxis médica. Es por eso que familiares y allegados que también perdieron a un ser querido, junto a las víctimas de daños irreparables en su salud, marcharon frente al Congreso de la Nación el viernes por la tarde.

Comentó que la movilización “fue muy emocionante; dolorosa, como siempre, por el objeto que nos une: la pérdida de un ser querido o daños irreparables en la salud“. “Estuvieron todos los monumentos de CABA iluminados, 34 hospitales, dijimos unas palabras y nos visitó el diputado Pablo Quetglas, que es quien va allevar nuestra ley al Congreso”, amplió.

Ley Nicolas por casos de mala praxis

Siguiendo esa línea, puso en contexto que “en marzo presentamos la Ley Nicolas; lo hicimos por iniciativa popular en otra marcha que hicimos frente al Congreso. Después intentamos realizar reuniones por zoom con diputados y senadores de todos los partidos políticos. Finalmente, el diputado Pablo Quetglas se comunicó conmigo y prometió llevar esto a tratamiento para el 2022″.

“La ley trata sobre todos los obstáculos que sufrimos las familias, en mi caso la pérdida de un hijo, por mala praxis. Cuando uno pasa por una mala praxis es importante saber cuál es el cuadro actual del código penal. Por una parte tenemos un homicidio culposo o lesiones culposas, con penas de 2 a 5 años; el problema es que está dentro de todos los homicidios, como los accidentes viales”, explicó Covelli; quien señaló que “si concurrís a la Justicia a preguntar cuántos casos de mala praxis hay, no te lo saben decir”.

Por eso, hizo hincapié en que “si bien el delito ya existe, pedimos que se tipifique, que diga ‘homicidio por mala praxis’ con un casillero oficial para tener estadísticas que hoy no tenemos en Argentina”. “Tenemos estadísticas mundiales de la OMS y algunas apreciaciones: una de 10 personas mueren por mala praxis en Argentina; pero no tenemos una estadística oficial, y si la tuviéramos sería muy importante para que la ciudadanía y el personal de salud tome conciencia de lo que está ocurriendo”, analizó.

“También hay un vacío en la ley que podría llenarse con la buena voluntad de los Colegios de Médicos o de los jueces; esa franja gris cuando ocurre una mala praxis: todos te contestan que ‘ni un médico se levanta para causar un daño‘ pero evidentemente, si hay tantas víctimas de mala praxis, tampoco se han levantado con la voluntad de curar, o no tienen la preparación suficiente, o el control de las autoridades”, observó la integrante de la ONG.

Otra figura de agravante

A modo de ejemplo, recordó el caso del doctor Aníbal Lotocki: “Tiene más de 12 denuncias por daños en la salud de distintas víctimas, como Gabriela Trenchi y Silvina Luna. En tanto esas personas están luchando con los procesos judiciales, se llegó a un homicidio el año pasado por parte de este médico: murió el señor Carlos Zárate. ¿Ese médico realmente está dispuesto a sanar a la gente? ¿Para qué difunde su gusto de hacer cirujías plásticas o de trabajar como cirujano cuando no tiene título ni especialidad? ¿Es justo que se ponga en riesgo la salud de las personas que no conocen esto?

“Esa persona que no se levanta para matar y que es muy difícil probar en una mala praxis su dolo, tiene que tener una culpabilidad distinta. Se crea una nueva figura de agravante, donde se pide que se distingan estas dos figuras. No llegaría a ser un dolo eventual, pero para que se entienda, hablamos de aquello que podía ser previsible que podía pasar y que, de todas maneras, no se quiso evitar. En el caso del doctor Lotocki, sabe que los materiales que él pone a sus víctimas causan daños. Sin embargo, lo sigue haciendo. Esto no es no darse cuenta”, puntualizó Covelli; quien indicó que “en los juicios por mala praxis no existe la posibilidad de ir por un homicidio doloso”.

En ese marco, aclaró que “el dolo es la intención deliverada de cometer un daño, pero hay una figura intermedia que es el dolo eventual; es cuando no tuvo la intención, pero no podemos calificar ligeramente como negligencia”.

El caso de Nicolás

Gabriella habló también sobre su integración a la ONG. “Me mueve haberlo vivido con lo que más amo en la vida que es mi hijo: Nicolas tenía 24 años y en el 2017 tuvo un dolor de cabeza importante. Hablo de un chico deportista, absolutamente cuidado, somos una familia que no se automedica y que hace controles anuales. Fue campeón de jiu-jitsu del MercoSur, es decir que llevaba una dieta estricta. No tomaba alcohol ni consumía droga”, dijo.

“Un viernes tuvo un dolor de cabeza fuerte y persistente. Tomó un ibuprofeno y se acostó a dormir, pero le seguía doliendo la cabeza entonces lo llevé al médico. Durante tres días, el médico lo atendió entre 2-3 veces al día por insistencia mía. Lo primero que hizo fue acostarlo en una camilla y darle Diclofenac y Diozepam inyectable; me dijo que para relajarlo porque tenía una contractura. Mi hijo se despertó de eso y el dolor pasó, pero a las pocas horas empezó a subir intensamente. Por eso lo llevé tres veces al médico, insistiendo que algo pasaba”, relató.

Y denunció: “Nunca le hizo un análisis complementario, ni siquiera el clínico común que se deben hacer a las personas. Desde el principio, el médico dijo que estaba estresado: un pibe de 24 años que vive en el mar, porque somos de Villa Gesell, se había recibido de martillero y se había puesto su inmobiliaria. Yo le seguí insistiendo que era su mamá y que nunca lo vi así a Nicolas. Eso se llama encarnecimiento terapéutico: él siguió pensando que mi hijo tenía una contractura muscular en la base del cráneo. Después dijo una serie de estupideces, que me enteré con posterioridad porque en el momento vos crees en el médico, y que él tenía el Síndrome de Arnold Chiari; es imposible porque es genético. La infectóloga, perito de Nicolas, me dijo que debería haber hecho averiguaciones que no hizo”.

“Al tercer día le pedí una tomografía. Algunas de sus palabras eran que yo era la doctora Rímolo, que exigía esto y daba diagnósticos. Yo le explicaba que conocía a mi hijo como la palma de mi mano. En Villa Gesell tenemos un solo hospital y pocos recursos; en el momento no te das cuenta de irte a Mar del Plata, que tienen centros de mayor complejidad. Parecería que se va a solucionar el problema pero nunca se termina de solucionar y nunca podes creer que eso te va a pasar”, recordó.

Gabriella Covelli confirmó que su hijo Nicolas “terminó con una meningitis bacteriana: tenía fiebre, dolores intensos de cabeza y rigidez muscular; el médico insistó en estrés”. “A esto se agregó después una angina, con un análisis de sangre que daba más del doble de los glóbulos blancos que una persona debe tener”, acotó.

“La causa ya va a llevar cuatro años y tengo una pericia de la Corte Suprema de la Nación que dice que el médico no hizo un solo acto válido en relación a mi hijo”, concluyó la integrante de la ONG Por la Vida y por la Salud.

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